Cambalache


Melodies of life

Val Thorens, 25 Diciembre 2025

«¿Que es lo que tenéis contra la nostalgia?.

Es la única distracción posible para quien no cree en el futuro» – La gran belleza (Paolo Sorrentino)

Ahí llega el pasado a quedarse para siempre.

En griego «regreso» si dice Nostos. Algos por su parte significa «sufrimiento». La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar.

Mi presente rara vez ha sido mio. Tras tres años recorriendo el mundo en solitario no conseguí ordenar ni un solo aspecto de mi vida y siento decir que tampoco fui capaz de darle sentido hoy a estas palabras. Recuerdo por momentos la decision de volar toda mi vida anterior por los aires y me asalta aquella  frase de Paula Mattheus: «No era un salto de fe, era un puto acto de sucidio».

En su obra «La ignorancia» Milan Kundera señala «Todo el mundo se equivoca acerca del porvenir. El ser humano solo puede estar seguro acerca del momento presente». ¿Pero como podemos juzgar un presente el cual desconocemos a que tipo de porvenir nos conduce?

Las vivencias no son hechos aislados; si bien en ciertos momentos el enfoque varía, los secundarios cambian y la trama se enreda uno a de intentar ser el protagonista de su historia, o al menos, aparecer en plano. A medida que el rodaje avanza la vida nos regala o nos aflige con paradojas que sacuden los cimientos de la fe mas ortodoxa. En algun punto de mi anterior vida por ejemplo pensar en Mamá era un hermoso recuerdo que iba automáticamente precedido de la pesadilla que supuso los meses posteriores a su pérdida.

Mis hermanos y yo coincidimos en actos reflejos que rozaban la locura y que de no ser comunes nunca habríamos sacado a la luz. Atisbar desde el sofa el marco de la puerta con una desgarradora esperanza de encontrar su figura; o aquella vez que preparé uno de sus platos estrella y al descubrir que el sabor era idéntico a su preparación nos invadió una efusiva alegria que duró un segundo, un único y maldito segundo. Tras esto todos volvimos la mirada hacia el marco de la puerta sabiendo que ya no cruzaría el umbral nunca mas y en ese momento todos entendimos que ese injusto presente no contenía porvenir alguno.

Puede que en cierto y paradójico modo ese fue el primer paso de mi viaje (si bien ambos eventos se situan alejados entre sí en el tiempo). No hay duda que Mamá se llevó consigo mi sentido de pertenencia para con todo lo que había definido mi vida hasta entonces, algo asi como «Si ella ya no esta aquí yo tampoco puedo quedarme».

Es caótico, deslumbrante, incluso absurdo, descubrir que la vida siempre encuentra un camino para volver a tener sentido. En mi caso el mundo me fue legado junto a un porvenir no elegido, semilla y fruto de lo perdido… Pero imparable sea cual fuera su naturaleza.

Esta vida es una melodía y pocos componen su vivir con tanta armonia como mi querido Sevi y el abrigo cómplice que su voz imprime en los consejos que antes o despues acaban guiandome: «Ulises paso diez años en la guerra de Troya, sobrevivió, y aún así lo mas duro fue la vuelta a Ítaca». Solo con eso Sevi me señaló el punto vital en el que me encontraba. Iluminó un camino que yo me negaba a recorrer; pero, ¿Por qué? Porque solo uno mismo sabe cuanto miedo da seguir viviendo su propia vida y yo no tengo Ítaca.

Este escenario me sitúa entre el lamento de la nostalgia/el quebranto de la falta de porvenir. Y de camino te olvido/me olvido y duele.

No se trata tanto de superar la nostalgia de lo vivido, sino aceptar la frustración de un porvenir (o su misma ausencia) que no será, que no existió sino como proyección tan fulgurante que habría borrado mi propia identidad individual.

La idea de un porvenir tan elevada en la inmaculada imaginación del que cree que nada pierde y el vértigo de ponerla en práctica desata el escenario mas temido… Sanar lo no vivido.

Hoy me quería dar el lujo de usar los pocos adjetivos que me quedan para una última metáfora que no hable de ti. Pero pagué los platos rotos con la de crédito y ese no es el amor en el que yo dejé de creer.

Aún no consigo explicar cuanto duele maquillar tanto pensamiento atroz. Desahuciar la pena y entregarosla coronada con un lazo carmesí para que la idolatría la tilde de talento. Como si saciar la necesidad de escribir no fuera lo único que me mantiene vivo.

Que dure mi vida otro acorde de una melodía que canta «Hoy me acordé de ti y aun me dolía».

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