Val Thorens, 9 Diciembre 2025
«Se que hay cosas que me digo que no tienen que pasar, se despiertan del olvido, vuelven pa’ hacerme llorar, yo me quedaría contigo una, dos, tres noches mas si no hubiera roto el hilo… Ojala volver atras» – Nana Triste (Natalia Lacunza)
Quise atar una burbuja con el hilo rojo y desapareció ante mis ojos… Otro horizonte baldío, un puñado de arrepentimientos y el alma hecha pedazos a la espalda. Otra vez, lo mismo de siempre, de nuevo esta culpa, no encontrar el valor para dirigirme la palabra, cruzar otra frontera ondeando la bandera blanca, rendición cómplice, asientos separados, solo ida.
Cuando el alma desafina la armonía es un milagro y la fe un lujo que no puedo permitirme. La vida se volvió metáfora y yo la pierdo entre escalas y excusas. Actuo como si alguien estuviera mirando, otro figurante de esta soledad irreversible, mimetismo innato y miedo, detrás de cada paso, ante cada paso, solo hay terror y costumbre.
A veces me observo desde la platea como si hubiera comprado la entrada para asistir a la representación de mi propia obra y me quiebro al ver que en el fondo sigo siendo el mismo niño solitario que no encajaba ni lo pretendía, lleno de miedos y sueños silenciosos siempre a punto de rendirse, a un paso de aceptar que vive rodeado de amor pero transita esta vida solo y eso le aterra, tanto como las sonrisas ilusorias, como la idea de que tal vez solo la muerte le salve del miedo a vivir.
Ese otro yo primigenio nunca habría imaginado este deambular, este rumbo trazado al azar. Me gustaría decirle que esta deriva no fue una rendición, me subleve para sobrevivir; sigo siendo ese niño temeroso de mi mismo, del peso de mis decisiones. Quisiera contarle que vivo huyendo de espejos y algoritmos. Quiero que esté orgulloso… generé tantas cosas hermosas, pero también quiero pedirle perdon, termine por destruirlas todas de una manera u otra.
Todos alrededor nos observan con luz en los ojos, aun no descubrieron al impostor, seguimos solos. A veces lloro de melancolía al recordarte lleno de vida y querría gritarte no te rindas aunque ahora me paraliza el miedo a que las voces ganen, a que descubran donde me escondo, por eso vivo amordazado en estas súplicas al vuelo, en este rincón propio en el que solo yo puedo herirme.
Decidí soltar el hilo rojo, desprenderme del extremo en algun punto del camino. La soledad peso mas que la esperanza de saber quien esperaba al otro lado. No quiero ver explotar mas burbujas. No tengo fuerzas para forzarme a pertenecer, no para fallarle a nadie mas.
Le debo al niño que fui una versión de la que no quiera huir. Protegerlo de mi propia idea de fragilidad, de nulos presagios y continuos augurios, de mi tendencia a conjurar, a confesarme culpable para probar mi inocencia, desprestigiar lo pactado y empezar a valorar el olvido… Perdón, ¿Por donde íbamos? Por donde lo dejamos.