La mañana del 25 de Octubre de 2024 amanezco en la localidad de Siete Aguas (España) concretamente en casa de mi querido Sevi. Hace relativamente poco de mi vuelta a España y mi cabeza no es capaz de articular pensamientos claros o de hilvanar ideas algo menos difusas, pero esa mañana lo cambiará todo. Sevi y yo pasamos el rato tomando mate con miel de eucalipto acompañado de tostadas con ajo y tomate mientras hablábamos de Spinoza, de las múltiples aristas que plantean las corrientes deterministas del pensamiento y sobre todo hablamos de libertad, de la teorica y la práctica.
Solo tres días después de aquella enriquecedora conversacion que desbloqueo incontables enfoques en una mente torturada me animé a escribir este «Libre ensayo sobre la libertad». Como siempre mi ritual es el mismo, sentado en el suelo, con mi mate heredado de Gempel y algo que exhale humo a mi costado; «Ghibli Studios Piano» sonando reiterativamente en mis auriculares, pero está vez no se me dio.
No fueron pocas las tardes en las que utilice mi poco tiempo libre para intentar darle vida a este texto que permaneció vacío, sin palabra alguna que lo angelara hasta hoy lunes 27 de enero de 2025 coincidiendo otra vez con mi regreso al mundo. Casualidad o no hay detonadores obvios en la vida de todos, haya cada uno con los suyos, y si bien la libertad no debe ser arrebatada la apreciación que hacemos de ella delimita nuestro mundo, ¿Es más importante conocer los limites de mi libertad o ceñirme a la obligación del cumplimiento de las directrices socialmente impuestas? Bueno, no tan rápido.
La libertad es una quimera, no soy más libre que mi propio albedrío, bueno no mío, el que me afecta, el que recae sobre mi, el que me hace recaer. No son pocos los factores a su vez que determinan mi rango de acción en sociedad y esto choca frontalmente en como puedo relacionarme con el mundo. Factores económicos, jurisdicciones legales y algún que otro hábito moral aún respetado por unos pocos nos rigen; evitaremos hablar de religión ya que la considero Némesis del tema que nos atañe.
La libertad me aflige y eleva. Es peligro y placer, en deseo y acto; preso y participe de ella a veces uno no sabe si huir despavorido o encarar el encuentro y es entonces cuando las distancias entre metas y miedos se vuelve abstracta, difícilmente evaluable. Designios aparte y creencias de cada uno bien resguardadas para si sería interesante señalar que estás palabras no son guia, ni siquiera para alguien como yo que vive plagado de dudas, carente de certezas. No le busquen un fin, por el bien de todos entre los que me incluyo.
Entonces, ¿Que es para mí la libertad? Tal vez si reducimos este monolítico y vital concepto al absurdo la libertad sería un intento continuo de llenar la vida de cuantas vivencias elegidas podamos. La vida de por si deja poco margen de acción, tantas cosas llevamos a cabo por deber, otras tantas nos acontecen sin previo aviso y nos explotan en la cara y ni hablar de los requerimientos que el sistema nos impone para poder seguir en búsqueda, porque esa sería otra arista; la búsqueda de la libertad es personal e intrasferible y el laberinto que cada cual atraviesa es feroz, por desgracia para muchos menor que la recompensa, en calidad y tiempo.
Seria la libertad un oasis plagado de posibilidades y contradicciones, al menos en mi. Innegociable para mí concepto de felicidad y del cual derivan todas las demás emociones y pasiones que me rigen, sin contar el tiempo, realidad y vehículo al que hoy no quiero enfrentarme. ¿Me estaré contradiciendo al pensar que amo la libertad aún cuando experimenté que el amor no me hizo más libre? Es cierto que eleva el alma, pero también me arrojó al vacío en una caída a la que no veía el final.
Si bien esto tambaleó toda creencia sobre amar, el cómo y cuanto; mi ideal de libertad quedó intacto y puede que la libertad me enseñará que el amor se cura, pero el desamor no se olvida. Como bien diría Nina «estamos hechos de encuentros» y estos moldean inevitablemente, el precio de vivir es un cambio de moneda a veces impagable, pero nunca de valor, eso no se negocia.
Mi libertad más lúcida y combativa puede ser para otros una prisión de la que no quieren oír ni hablar, creo que por eso es tan importante la búsqueda, la elección de senderos vitales. Yo no sé donde quiero llegar, si hacia donde quiero ir y sobre todo que caminos quiero esquivar a toda costa porque la decisión de no llevar a cabo una acción ya es un movimiento, aunque sea eso, no llevarlo a cabo. La libertad no entiende de lenguajes o etnias, no distingue edades aunque las edades si distinguen del miedo que da ser libre. Tal vez por eso deje de tener miedo a la libertad cuando acepte que no se puede vivir libre de miedos, solo encararlos.
El avión con destino Buenos Aires está por aterrizar y mi estómago empieza a sentir un hormigueo. Al visualizar la gigantesca colmena de edificios por la ventanilla comienzan a resonar en mi cabeza las palabras de Sevi , también lúcidas, siempre combativas, aquella cálida mañana de Octubre. -Que los humanos hablemos de libertad es una contradicción en si misma, es como pedirle a un animal que te hable de sus instintos-. Hoy no será el día que resuelva este puzzle pero está sensación se parece bastante a la libertad que busco, tal vez sea mejor dejar de cuestionar que es la libertad y empezar a disfrutarla.
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